Author: Ana Ferrero on
8 may 2010
Como carta de presentación esto tal vez no sea lo más adecuado, pero bueno, ando investigando y éste es el primer relato que di a conocer, así que me apetece guardarlo aquí unto con todo lo demás.
QUERIDA PARED
Pues va a resultar que esta historia no es muy corriente, digo yo, si empieza nada menos que conmigo, que nada tengo que ver con lo que a partir de ahora acontezca, presentándome. Y a eso voy.
Mi nombre sí que me lo reservo, que conocida soy un rato largo. Lo que también saben todos es que escribo relatos, pues suelen publicarse y tienen gran aceptación por parte del público. De eso sí me declaro, desde ya, orgullosa, no, orgullosísima, pues el mérito es todo mío, y de nadie más.
La opinión general está de acuerdo en describirme como una persona interesante, culta, carismática.... ejem, y un largo etcétera... Jaja! A mí es que me da la risa. Si basta verme dos segundos, y el retrato sale solo... Veamos. Soy una solterona amargada, eso siempre por delante, oigan, y a mucha honra, que mis disgustos en esta porquería de vida me ha costado. No puede decirse que vieja, pues no he cumplido cincuenta, cuarenta tampoco, ni siquiera los treinta. Sí, ya lo van entendiendo, ¿verdad?, lo mío es de pura vocación. Oh! Pero no se extrañen, que son ustedes –que no yo- quienes se empeñan en repetir, tan cansinos, que de todo tiene que haber. Pues sea, hoy les doy la razón.
Pero mejor vamos entrando en materia, que aquí al lado la cosa se está poniendo interesante y creo que en breve tendremos todos los ingredientes para cocinar una de mis mejores recetas: DVD –léase Drama de Violencia Doméstica-, nada menos!
Ah! Dios! Cómo los echo en falta! Cuántas horas maravillosas me regalaron... Y fructíferas, no cabe duda. Un par de premios, más bien modestitos, pero merecidísimos, se los debo a su inefable manera de manifestar los portentos de los que es capaz el alma humana. Sí, ahora recuerdo el día del gato. ¡Pero cómo gritaban los condenados! Es decir, él; la otra, la pobre, más que gritar se desgañitaba pidiendo socorro. Ilusa... ¿Pues en qué mundo debió de creerse que había aterrizado? No, señora, no. Que aquí se viene a joder o a ser jodido, y mejor se diría que a las dos, porque las tornas cambian y guapo el que se libre. Nada, al final el gato voló por la ventana estos doce pisos que nos separan del suelo –qué asquito daba lo que quedó del bicho, por cierto-, la mujer loca de atar corriendo escaleras abajo, y el marido detrás blandiendo la escoba. Servidora, grabadora en mano, disimulando y tal...
Como para no ganarme un premio, y dos, y tres, de no ser porque a la siguiente el muy cretino se hizo con ella. Así, de un sartenazo. Cogote abierto y otra más que se fue de camino al desengaño definitivo, beata como era, la señora Teresa, la pobre, y me queda para ella el alivio de que casi seguro que allá tras el telón no llega uno a tiempo de enterarse de nada. Y que la zurzan si en lugar de Uno de barbas blancas salió a recibirla el de los moros, o un calvo con faldas de butanero, o la madre que la parió, que mira que era tonta y se la estaba buscando... Ah! Pero es verdad, que se la echa de menos.
El otro, en cambio, era bien listo. Se defendió lo que pudo y más, que no me habría extrañado que lo hubiesen soltado. Al final no ha ido a caer muy lejos. A cuatro calles me queda la Modelo –de chiste el nombre, jaja!-, y en días como hoy me acuerdo de él y pienso qué no daría por saltar esos muros y sacarle todo el jugo... Diez novelas, de las buenas, por lo menos le sacaba yo a ese nido de miserias y calamidades.... ah, si yo pudiera....
Uh! Esto se mueve... ¡Toma silla! Oh, si! Me conozco todos los ruidos, y ésta la acaba de hacer añicos el simplón descerebrado del nuevo vecino, precisamente contra mi pared. Algo tendrá, si todos la prefieren, y mi amiga la pared se deja que da gusto. Papel de fumar ya sería pasarse, aunque no ha faltado la ocasión en que me he descubierto buscando el agujerito, o lo que sea, por donde entran las voces. Si es que es todo un detalle... Dan ganas de dirigirse a ellos: “Pero, oigan, no se interrumpan, sigan, sigan, están en su casa, bueno, no, pero por mí como si quieren pasar, y pónganse cómodos, mátense tan a gusto, que lo que yo lo disfruto bien vale un mueble roto, qué caramba! Oh! Pero qué desconsiderada... Si no les he ofrecido algo de beber... ¿Una copitaaa? Ande, no se haga el remolón, verá usted qué pronto se le sube a la cabeza, y no me diga que así no la va a pegar muchiííísimo más a gusto. Claro, hombre, disfrute, que son dos días! ¿Y tú, nena? ¿No te animas a pillar una buena? Anda, mujer, que verás como así se te pasa volando... Y quién sabe si ya puestos no me das una alegría y me lo mueles a palos; no, mejor todavía, me lo coses a tijerazos, y yo aquí, en primera fila, tan feliz tomando mis notas... Claro, mujer, no te hagas de rogar....
Cuántas veces no habré imaginado escenas de esta calaña, o peor, mientras la maldita pared me la ensuciaban con sus toc, toc a ritmo de salsa y sus gemiditos... Ni acordarme quiero, que no! Tres meses de sequía me costó la nueva parejita de pimpollos con sus arrumacos! ¡Y se dice pronto! Ni dormir me dejaban, los malditos hijos de perra, que si dale por la noche, pero dale también por la mañana, y a mediodía, y por la tarde si el pazguato salía pronto del trabajo. Pero, nene... ¿Que tú no sabes que existen los bares? A tí te toca salir pronto, mentir a la parienta, alargarte con las cervezas más de lo debido y llegar caliente y con ganas de gresca. Y no andar jodiendo a las vecinas –que no es el caso, es un decir- con tu vida sosa y pegajosa de tanto caramelo que vais soltando, hombre, que ya se me pegan las suelas de los zapatos –mis perfectos zapatos de mercadillo con punta afiladísima y tacón mismo de lo mismo a juego con las uñas- cuando tengo que usar la escalera...
Bien! Ya van los gritos! Oh! No me cabe el corazón de la alegría! Eso es, sí, ahora ya entramos en materia... Ea, Marisol (uso uno de mis catorce seudónimos, no fuera a ser que un descuido...), vamos calentando motores, que ya llega el material, y éste será de primera...
“- ¡Socorro! –Gritaba ella, presa de la desesperación mientras las sacudidas que él le propinaba la hacían rebotar de una pared a otra, a lo largo del pasillo. A duras penas lograba mantenerse consciente. Las paredes empezaban a perder su verticalidad, poco a poco las veía acercarse a su rostro, cimbreantes..."
“Toc, toc, toc...”
Malditos, mil veces malditos... Gusanos... ¡El infierno se os coma! ¿Me oís?
Claro que no me oyen, no estoy tan loca para largar lo que pienso en voz alta... Sólo lo bastante para perder el tiempo en estos prolegómenos que siempre tengo que cortar luego, no se les pasase por la cabeza la idea de encerrarme. Y hoy me la han vuelto a jugar, por estúpida y por culpa de mis manías... Hay que joderse... Da igual, ya vendrán días mejores, lo de hoy no ha estado a la altura, pero apuntan maneras, ya lo creo... Y la próxima vez iremos directo al grano, cariñitos... Oh, sí... Mami tiene que comer y se pondrá a la faena al primer grito, o mejor todavía, al primer portazo, que así además puedo ir cargando el ambiente, y entonces los músculos se tensan, las emociones contenidas se dilatan... No está nada mal, no señor, les daremos un poco de novedad, para que los críticos tengan algo de lo que hablar...
Toc, toc, toc....
Dios! Y no se cansan... Pero qué asco me dan...