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Wittgenstein 0

"0" porque lo de hoy es un "Hola" inaugural.
Y porque espero que habrá más momentos que dedicarle.
Momentos para una paz siempre inquieta. Leerlo es como detenerse a tomar aire a la sombra de un árbol. Y ese árbol sería como los viejos olivos centenarios, que apenas parecen vivos, y en cambio siguen regalando su aceite en abundancia. Lo habrían modelado a capricho el calor y el frío, el viento, los rayos, la lluvia... lo mismo que en vida.

Si alguien lo ha leído, tal vez recuerde la forma en que describía su peculiar manera de pensar las cosas. Decía grosso modo: "No es que hable de nada nuevo; lo que ocurre es que la misma semilla que plantan otros, en mi tierra hace brotar cosas diferentes".

Wittgenstein fue quien dijo que las palabras no dicen nada; nada que pueda resultar importante o interesante, para ser más precisos.

Ésta es sólo una de las primeras grandes cosas que brotaron de su mente tenaz e implacable consigo misma y con el mundo.



Wittgenstein 1

No dejó un manual de instrucciones.
Tituló con el extraño nombre de "Tractatus lógico-filosófico" un compendio de párrafos numerados, pero sin hilar... difíciles a conciencia; sencillos, pero simples sólo en apariencia, y... se quedó tan pancho. Eso sólo para empezar.
Lo que siguió son notas, diarios, apuntes dictados... todo cuanto uno pueda imaginar (es un decir), pero nada que pudiera describirse como "organizado".
Y sus clases, sus famosas clases, si eran peculiares, precisamente, era debido a la completa ausencia de un hilo conductor. Al parecer lanzaba preguntas, proponía respuestas y esperaba que todos participasen del mismo modo. Preguntarse cosas, buscar respuestas, que llevan a más preguntas... y con suerte atisbar un poco de claridad entre toda aquella confusión.
Así que uno podría preguntarse qué placer encuentran algunos -no, muchos- en meterse a saco en su mente a poner orden. Y tiene que ser una cuestión puramente hedonista, porque más interesante no lo hacen, ni más claro. No. Porque los autores que intentan sacarle algún partido, intelectualmente hablando, a lo que van es a lo que dice; no a cómo, por qué, en qué momento o contra cuál de sus "etapas". Quitando el "cómo", que hasta cierto punto podría ser muy interesante, el resto... A ver, pongámonos serios. Dejando de lado las vanas -mil veces vanas e irrelevantes- discusiones acerca de escuelas y tradiciones, filiaciones, orientaciones, creencias, críticas, réplicas y contrarréplicas, y todo lo que quieran... ¿Alguien cree de verdad que el señor Wittgenstein estaba esperando a que llegara él con su inteligencia superior a aclararle las ideas? Pues a veces lo parece. Dichosas vanidades filosóficas!

A lo mejor el señor Wittgenstein era un poco poeta y le gustaba inspirar a las mentes ajenas, más que cocinar papillas. De hecho, los grandes matemáticos - y científicos teóricos por extensión- pueden ser muy proclives a la poesía. Sensibilidades profundas y lenguajes con un toque esotérico; al fin más de lo mismo.
O pongamos, por decir algo, que el hombre empeñó toda su vida en ir descubriendo apenas retazos de la realidad en algunos de sus aspectos, digamos, no fácilmente aprehensibles. Y que fue tomando notas.
Eso explicaría que en sus textos se pudieran encontrar "cambios", "contradicciones", "etapas", "replanteamientos", "maneras de hablar", "incorrecciones", "etc."...
Igual que explicaría el hecho de que no llegase a una conclusión sistemática, bien fundamentada y organizada al estilo clásico.
Así que no hay teoría que buscar. Si hubiera dado con ella se lo habría dicho a alguien. Le gustaba compartir con los demás. Aunque los demás a menudo correspondieran con pocas ganas de seguirle la corriente.
Para botón la introducción del señor Rhees a los Cuadernos Azul y Marrón.
¿A quién le interesa que Wittgenstein cuando escribió las Investigaciones ya no hubiera dicho cosas como "El lenguaje ordinario está perfectamente"? De hecho no lo dijo allí, ¿verdad?. Media introducción, por no decir casi toda, sirve para enterarse de que estos apuntes dictados plantean temas que más adelante se ampliarán y/o desarrollarán mucho mejor. Pues gracias, señor Rhees. Nadie lo sabía. Y está muy bien que lo justifique con tantas referencias. Hay que ser profesional. Ahora, por favor, ¿me dice algo de éste libro? Ah! En los últimos párrafos. Pues vale.
Al parecer según mucha gente cualquier cosa anterior a las Investigaciones carece de interés en sí misma. Como opinión me vale. Y sin embargo disfrutan como niños que intercambian cromos debatiendo acerca del "primer" y el "segundo" Wittgenstein, de su "época del Tractatus", de sus contradicciones... Ríos interminables de tinta por cosas en las que no se entretiene nadie cuando se trata de otros autores.
Valdría plantearse qué problema hay con Wittgenstein. Con el "primer" Wittgenstein, sobre todo. El "superado" y "refutado" "por él mismo".

Un extracto del Cuaderno Azul. Que, por cierto, viene al caso para hacerse una idea de lo que entendía por filosofía, y, por extensión, lo que pensaba de su trabajo.

"Nuestro ansia de generalidad tiene otra fuente principal: nuestra preocupación por el método de la ciencia. Me refiero al método de reducir la explicación de los fenómenos naturales al menor número
posible de leyes naturales primitivas; y, en matemáticas, al de unificar el tratamiento de diferentes temas mediante el uso de una generalización. Los filósofos tienen constantemente ante los ojos el método de la ciencia y sienten una tentación irresistible a plantear y a contestar las preguntas del mismo modo que lo hace la ciencia. Esta tendencia es la verdadera fuente de la metafísica y lleva al filósofo a la oscuridad más completa. Quiero afirmar en este momento que nuestra tarea no puede ser nunca reducir algo a algo, o explicar algo. En realidad la filosofía es 'puramente descriptiva'. (Piénsese en cuestiones tales como"¿hay datos sensoriales?" y pregúntese: ¿Qué método hay para determinarlo? ¿La introspección?)
En vez de "el ansia de generalidad" podría haber dicho también "la actitud despectiva hacia el caso particular". Por ejemplo, si alguien intenta explicar el concepto de número y nos dice que un determinado tipo de definición no sirve o es tosco porque sólo se aplica, digamos, a los cardinales finitos, yo le replicaría que el simple hecho de que hubiese podido dar tal definición limitada hace extremadamente importante para nosotros esta definición. (No es la elegancia lo que estamos discutiendo.) Pues ¿por qué ha de ser más interesante para nosotros lo que los números finitos y transfinitos tienen en común que lo que los distingue? O mejor, no debería haber dicho "por qué ha de ser más interesante para nosotros": no lo es; y esto caracteriza nuestro modo de pensar.
En lógica, la actitud hacia lo más general y lo más especial está conectada con el uso de la palabra "tipo" ("kind"), que puede causar confusión. Hablamos de tipos de números, tipos de proposiciones, tipos de pruebas; y, además, de tipos de manzanas, tipos de papel, etc. Lo que define al tipo en un sentido son propiedades, como la dulzura, la dureza, etc. En el otro, los diferentes tipos son diferentes estructuras gramaticales. Puede decirse que un tratado de pomología es incompleto si existen tipos de manzanas que no menciona. Tenemos aquí una norma natural de completitud. Supongamos, por otra parte, que hay un juego que se parece al ajedrez, pero es más sencillo, pues en él no se utilizan peones. ¿Llamaríamos incompleto a este juego? ¿O deberíamos llamar más completo que el ajedrez a un juego que contuviese el ajedrez de alguna forma, añadiéndole nuevos elementos? El desprecio por lo que parece el caso menos general proviene en lógica de la idea de que es incompleto. De hecho, produce confusión hablar de la aritmética cardinal como de una cosa especial, en cuanto opuesta a algo más general. La aritmética cardinal no tiene trazas de in-completitud, ni tampoco las tiene, una aritmética que sea cardinal y finita. (Entre las formas lógicas no existen las sutiles distinciones que se dan entre los gustos de los distintos tipos de manzanas.)
Si estudiamos la gramática de, digamos, las palabras "desear", "pensar", "comprender", "significar", no nos sentiremos descontentos cuando hayamos descrito varios casos de deseo, pensamiento, etc. Si alguien dijese: "sin duda, esto no es todo lo que se llama 'desear'" responderíamos: "indudablemente, pero usted puede seguir construyendo casos más complicados si lo desea". Y, después de todo, no hay una clase definida de características que caractericen todos los casos de deseo (por lo menos tal como la palabra se utiliza corrientemente). Por otra parte, si lo que se quiere es dar una definición de desear, es decir, trazar una frontera precisa, cada uno es libre de trazarla como quiera; y esta frontera no coincidirá nunca enteramente con el uso efectivo, ya que este uso no tiene frontera precisa.
La idea de que para lograr claridad acerca del significado de un término general haya que encontrar el elemento común a todas sus aplicaciones ha sido una traba para la investigación filosófica, pues no solo no ha conducido a ningún resultado, sino que hizo además que el filósofo abandonase como irrelevantes los casos concretos, que son
los únicos que podrían haberlo ayudado a comprender el uso del término general. Cuando Sócrates hace la pregunta "¿qué es el conocimiento?" no la considera siquiera como una respuesta preliminar para enumerar casos de conocimiento. Si yo desease averiguar qué clase de cosa es la aritmética, me daría por muy contento con haber investigado el caso de una aritmética cardinal finita. Pues
a) esto me conduciría a todos los casos más complicados,
b) una aritmética cardinal finita no es incompleta, no tiene lagu
nas que tengan que ser cubiertas por el resto de la aritmética."

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Tractatus extract

6.54 Mis proposiciones esclarecen porque quien me entiende las reconoce al final como absurdas, cuando a través de ellas -sobre ellas- ha salido fuera de ellas. (Tiene, por así decirlo, que arrojar la escalera después de haber subido por ella.)
Tiene que superar estas proposiciones; entonces ve correctamente el mundo.

7.00 De lo que no se puede hablar hay que callar.

Ludwig Wittgenstein